lunes, 1 de enero de 2018

Se termino la buena voluntad

Los buenos deseos de diciembre no son falsos, pero sí pasajeros. Las máscaras que usamos en Navidad revelan más de lo que ocultan: somos lo que proyectamos, aunque sea por un rato.

¿Por qué somos más amables en diciembre y qué pasa después?

En este artículo vas a entender por qué diciembre nos transforma en seres amables, sonrientes y solidarios... solo para volver al desencanto apenas arranca el año. Un análisis desde lo cotidiano, la filosofía y el marketing de la emoción.

La navidad como fenómeno emocional colectivo

Diciembre convierte a las ciudades en escenarios encantados: luces, árboles, música, perfumes, rituales. Y con ello, un “ambiente” que modifica nuestro comportamiento. Saludar al que carga nafta, devolver sonrisas en la calle, sentir que por unas semanas todos nos pertenecemos. Es un contagio emocional, una cultura impuesta por el objeto decorado.

El otro me obliga a sonreír

En diciembre, incluso quienes no devuelven saludos habitualmente, se sienten arrastrados a hacerlo. ¿Por qué? Porque el otro —ese extraño que nos desea “felices fiestas”— nos transforma. Su alegría nos vence. Somos afectados por su palabra, su rostro sudado y sonriente, y su inesperada amabilidad. Somos influenciables, más de lo que creemos.

Tristeza en medio de la fiesta

No todo es brillo. Muchos sienten una tristeza que parece "fuera de lugar". La alegría colectiva puede oprimir a quienes no la comparten. Es como si diciembre no permitiera otra emoción. Pero la vida no se detiene, y lo que somos en esencia —con nuestras pérdidas, angustias o duelos— no desaparece por una decoración.

Y llega enero: ¿dónde quedó la amabilidad?

El 1 de enero marca el final del hechizo. Se da vuelta el reloj de arena, comienza el año, y ya no saludamos a desconocidos. Cambiamos de máscara. Volvemos a lo que éramos: individuos atravesados por la rutina, la indiferencia, lo urgente. Los buenos deseos se esfuman como fuegos artificiales apagados.

Las máscaras también son verdad

El filósofo George Santayana lo dijo mejor: las palabras y las imágenes, aunque no sean sentimientos puros, también son parte de la realidad. Las máscaras no son mentiras, sino expresiones visibles de lo invisible. Son como cutículas que protegen al ser vivo. No son el corazón, pero sin ellas no habría contacto.

Preguntas frecuentes

¿Los saludos de diciembre son hipócritas? 

No necesariamente. Son momentos culturales de pausa y apertura, aunque sean fugaces. 

 ¿Por qué me siento mal en una época supuestamente feliz?

 Porque la vida no hace pausas. Diciembre es un maquillaje, no una cura. 

 ¿Tiene sentido fingir alegría en las fiestas? 

A veces, sí. Porque al fingirla, se contagia. Y porque detrás del acto, puede haber un deseo genuino.

 ¿Volver a la rutina en enero es inevitable? 

Sí. Pero eso no invalida el paréntesis de diciembre. Lo efímero también transforma.

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